Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Yo estaba en casa de mis abuelos porque mis padres
habían decidido ir a pasar las vacaciones allí. Estábamos comiendo pero yo no
tenía hambre, me dirigí a mi habitación para echarme una siesta pero no podía
dormir. De repente, alguien llamó a la puerta y al entrar vi que se trataba de
mi abuela que estaba preocupada por mí.
-¿Qué
te pasa, no quieres comer?- me preguntó
-No
tengo hambre, estoy un poco cansada pero no consigo dormir.
-¿Quieres
que te cuente una historia?
-Eso
es para niños pequeños.
-No,
hay muchos adultos que se dedican a leer o inventar historias. Te aseguro que
te gustará.
-Bueno…
si tú lo dices…
Hace
mucho tiempo, en el bosque de un lugar muy lejano, vivían dos hermanas en la
tribu Linka. Una se llamaba Luna y la otra Flora. Eran las hijas del jefe
y desde pequeñas las habían educado para que algún día una de las dos pudiera
guiar a la tribu por buen camino. Las dos eran muy diferentes entre sí. Flora
era dulce y amable pero a la vez fuerte y valiente. En cambio, Luna era más
tímida y discreta pero segura y orgullosa.
Llegó el momento de elegir quién
gobernaría Linka y el pueblo, por mayoría, eligió a Flora. Luna se quedó
destrozada pues ella creía que se merecía gobernar la tribu más que su hermana
y dejándose llevar por los celos y la envidia consiguió un medallón de magia
negra. En el fondo sabía que no debía enfadarse pero no podía soportar ver que
Flora era siempre la preferida de sus padres y del pueblo.
Unos pocos años después Flora se
casó y tuvo una hija a la que llamó Jéssica. Luna estaba harta de su hermana
pues todo le salía mejor que a ella y desde entonces cambió radicalmente. Ya
no era nada tímida, trataba con desprecio al pueblo que ella sentía que le había traicionado y con cada uno de sus actos
se fue volviendo más independiente, egoísta y alguno se atrevería a decir
malvada…
Pasaron
cuatro años y el odio iba aumentando en Luna, sobre todo cuando veía a la
pequeña Jéssica querida por todo el pueblo y lo felices que eran sus padres de
tenerla.Un día reunió a todas las personas que por temor se unieron a ella y
provocó una lucha en su pueblo en la que Flora y su marido murieron y ella se
quedó con Jéssica. Luna intentó ser la jefa de la tribu pero el pueblo la
rechazó. Indignada, utilizó el medallón para llevarse a todos los jóvenes de la
tribu y se marchó con ellos a un lugar apartado para crear una nueva tribu
llamada Sanut sembrando así el caos en el pueblo y causando un intenso dolor en
cada familia.
Al
cabo del tiempo Jéssica fue creciendo hasta convertirse en una temida y
respetada guerrera. Su tía la había educado para que fuera cruel y le daba todo
lo que pudiera desear pero ella solo se comportaba así cuando su pueblo estaba
delante. Siempre se había preguntado como fallecieron sus padres aunque no
había conseguido una respuesta ya que siempre que se lo preguntaba a su tía,
esta cambiaba de conversación con un tono enfadado.
Un
día mientras paseaba por el bosque, se fijó en el pueblo de Linka. Estaba
destrozado, la gente vivía en chabolas y apenas tenían para comer. Se ocultó
debajo de una larga y sucia capa que encontró y se adentró en el pueblo. Había
mucha pobreza, la gente no tenía ni medicinas y la mayoría permanecía tirados
en el suelo esperando un milagro. A diferencia de Sanut, que era un pueblo muy
desarrollado, Linka tenía los ríos limpios y de ellos podían sacar agua potable.
En Sanut los ríos estaban contaminados y había restos de comida, plasticos,
cartones… Por eso ahora tenían que robar agua a la otra tribu.
Las
dos tribus tenían problemas bastante graves. Jéssica les iba preguntado a los
aldeanos de Linka porqué estaban en tal mal estado y todos le respondían lo
mismo:
-Los
despreciables habitantes de Sanut vienen casi todas las semanas y nos quitan
todo lo que tenemos.
De
repente un aniciano la reconoció y la llevó hasta una cabaña un poco apartada
del pueblo. Allí le explicó que era el chamán de la tribu y que debía contarle
algo muy importante pero tendría que confiar en él. Jéssica aceptó y entonces
el anciano le ofreció una rara poción púrpura. Ella, un poco insegura, empezó a
beber de la poción. Cuando terminó sintió que estaba muy cansada, los parpados
le pesaban y no podía levantarse, cayó al suelo. Un montón de recuerdos vinieron
a su mente y se dio cuenta de que era su pasado, vio la guerra, a sus padres
tendidos en el suelo y su tía guiando al nuevo pueblo.
Cuando se despertó, el chamán le explicó lo
que le había pasado y al ver que Jéssica
estaba dispuesta a enfrentarse a su tía, no sólo por la muerte de sus padre,
sino también por su crueldad al separar a las familias le entregó una diadema
mágica que había pertenecido a su madre que le protegería de la magia negra del
medallón de su tía, si esta decidía utilizarlo contra ella.
Regresó
a Sanut y buscó a su tía y una vez que la tuvo delante…
La
abuela se giró y vio que su nieta se había quedado plácidamente dormida, se
levanto, le dio un beso y le susurró:
-Mañana
terminaremos la historia…