La flor Clarisma
Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos que recorrió, de
una punta a otra, el mundo entero en busca
de una flor hermosa. Una flor hermosa, obra de Dios, de pétalo color carmesí
por fuera y morado eléctrico por dentro, escondida tras un rosal de rosas
blancas. Dicha planta era una en un millón y muy especial, guardaba el poder de
embellecer todo lo que tocaba. Esa flor era la Clarisma.
Nuestro caballero recorrió lejanas tierras en busca de la Clarisma, todo
jardín y bosque, llanura y montaña, cesta y rosal.
Un día, desesperado, cayó cerca de un pozo. Comenzó a lamentarse por su pésima suerte,
nunca iba a encontrar la maravillosa Clarisma. Lamentaba haber escuchado a esa mujer que le
habló y contó los milagros de la flor. Lamentaba el tiempo perdido en lo que
jamás encontraría.
Mientras se golpeaba desesperadamente, por allí paso una mujer de vestido
carmesí para llenar agua del pozo. La joven dama observó al hombre abandonado y
corrió a mirar lo que le pasaba:
- Señor, ¿Qué le pasa? ¿Por qué se lastima?
- Oh bella dama, mi temor es grande y pequeño a la vez. No quisiera
molestarla con los absurdos cuentos de un hombre como yo - dijo cabizbajo el
caballero.
-No se preocupe, yo le ayudaré - insistió la damisela-. Puede contarme su
historia.
-Si insiste, mi señora, os contare mi temor - tras eso, el caballero le
contó toda la historia de la Clarisma carmesí.
-Bueno, señor, si os puedo ayudar en algo aquí me tenéis- dijo la joven con
la sonrisa en la cara.
-Bueno, mi señora,-dijo el joven- necesitaría un lugar en donde pasar la
noche…
-Por supuesto, venid a mi casa.
Tras las palabras de la doncella, se dirigieron a la casa.
A la mañana siguiente, la chica insistió a que se quedara algún día más en
su casa para que pudiera descansar antes de continuar su viaje en busca de la
flor. El caballero aceptó su propuesta.
Dos semanas más tarde, decidió irse definitivamente. La joven insistía en que se quedara, le contó
lo bien que se lo pasaba en su compañía, pero no logró nada. Por último, ya cansada y viendo que él se iba,
gritó:
-¡¡¡Yo soy la Clarisma que estás buscando!!!
El joven se volteó y la miró fijamente. ¿Cómo no se había dado cuenta? Su
vestido carmesí, su gentileza, su belleza y lo bella que había quedado su vida tras su encuentro.
Miró a su alrededor, todo era tan blanco y con rosas blancas todo el
jardín. Lo único que no le cuadraba era a qué se referían los pétalos color
morado por dentro. Se lo preguntó y la chica contestó:
-¿Quieres saberlo?- el chico asintió con la cabeza.
La dama levantó un poco su vestido. ¡Era morado eléctrico por dentro!
-¡Todo este tiempo has sido tú! ¿Por qué no me lo dijiste?- corrió en sus
abrazos el caballero.
La joven se limitó a besarle y decirle un cálido “te quiero”.
Y comieron y vivieron felices y perdices.
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