miércoles, 6 de febrero de 2013

Relato corto de Gaela Manzano



Estaba aterrorizado. Me encontraba sosteniendo una bola de fuego entre mis manos; sin embargo no me quemaba. Era yo quien generaba esa energía transformada en esa bola ardiente, que más tarde desapareció, dejándome paralizado.
Aquel día empezó como otro cualquiera. Era verano y yo había despertado en el hospital, como siempre desde hacía dos meses. Me había quedado dormido al lado de mi hermano gemelo, que estaba enfermo desde el comienzo de aquellas calurosas vacaciones. Siempre recordaré ese trágico día, en el que mi alma gemela quedó en coma, tras nuestro accidente en moto. ¿Por qué tuvo que ser él y no yo? No era justo. Yo mismo le había arrastrado a montar en ese vehículo, ahora destrozado, y yo podría haberlo impedido. Y aquel día en que me anunciaron su muerte no pude soportarlo. La furia y la culpa inundaban mis venas, y eché a correr, sin rumbo alguno. El fuego recorría, literalmente, el interior de mi cuerpo y, no sé cómo, logré expulsarlo a través de mi piel. Todo mi cuerpo ardía, de lo cual me di cuenta algunos minutos más tarde, al ver que mi ropa estaba chamuscada. Lo que me dejó paralizado, y traumatizado fue que no había rastro de rasguños, heridas o quemaduras sobre mi piel...
                                           
                                                                                               Gaela Manzano. 4º B

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