miércoles, 30 de enero de 2013

LEYENDA DE ANDREA



LA CASCADA

     El señor Enrique conocía las tierras de Mérida como la palma de su mano. Todos los días, visitaba su pequeño lugar secreto y, aunque intentarán seguirle, él era el jinete más rápido de todos y nadie lograba nunca alcanzarle o huir de él a caballo.

   Una tarde en la que no tenía nada que hacer, Enrique ensilló a su caballo y galopó hasta su lugar secreto: La Cascada Clara. Todo el mundo había oído hablar de ese lugar, un lugar tranquilo y apacible, un lugar en donde, según decían, había un lago con una gran cascada. Algunos pensaban que si no la habían encontrado era por algo y que no debía ser encontrada; mientras, otros deseaban encontrarla. Nadie conocía el paradero de la cascada salvo Enrique qué la halló de niño cuando se perdió persiguiendo un conejo durante una cacería.

   Hacía tiempo que no iba por allí, sus ocupaciones como duque dejaban a Enrique muy poco tiempo libre.  Al llegar, parecía que nada hubiese cambiado. Metió los pies en el agua y se quedó pensando en sus cosas, de pronto escuchó los cascos de un caballo acercándose, cuando se dio la vuelta vio a una mujer de cabellos dorados subida a un caballo blanco. Enrique no alcanzó a ver la cara de la mujer pues estaba dada la vuelta huyendo del lugar. Enrique se subió a su caballo e intentó alcanzar a la mujer, estaba seguro de que iba a alcanzarla. Él era el jinete más rápido... pero estaba equivocado. Al llegar a un precipicio perdió el rastro de la mujer. ¿A dónde había ido?, ¿era real? eran algunas de las preguntas que se realizaba Enrique en su vuelta a Palacio.

    Durante varios meses, Enrique fue todos los días a la cascada, pero no volvió a ver a la mujer. Las ganas de encontrarla alcanzaron límites inimaginables, desesperado, Enrique le contó lo ocurrido a su amigo el conde Fernando que, preocupado por el estado mental de Enrique, le quitó su caballo. Le prohibió salir al bosque y le puso vigilancia durante todo el día. Fernando creía que su amigo había enloquecido, pero aun así, fue a comprobar si la cascada estaba donde su amigo sugería. Al llegar al lugar, no encontró nada.

     Enrique estaba seguro de que su amigo la había buscado mal así que le suplicó que le dejase ir con él. Fernando se hizo de rogar pero, finalmente, accedió a que Enrique le acompañara junto con un grupo de cazadores a buscar la cascada.

     Llegando a la cascada, Enrique vio de lejos el cabello rubio de su amada y parte de su caballo blanco y salió galopando tras ella. Fernando y los cazadores intentaron frenarle y atraparle, pero era muy rápido. La mujer estaba a unos seis metros de Enrique, pero éste  no lograba alcanzarla, ella lo condujo a la cascada por un camino que él no conocía. Ella llegó antes que él, se bajó del caballo y se metió dentro del agua. Aunque estaba avanzando, no se hundía sino que caminaba sobre el agua, la mujer se giró y miró a Enrique. Por primera vez, Enrique logró ver la cara de la misteriosa mujer. Su belleza era incomparable, ella le hizo un gesto para que la siguiera y al llegar a la cascada atravesó la pared de agua y desapareció. Enrique se bajó del caballo e intentó seguirla.

    Fernando y los cazadores llegaron a la cascada y quedaron asombrados por la belleza del lugar, aunque pronto se dieron cuenta de que Enrique no estaba allí, lo único que hallaron fue el caballo de Enrique y una preciosa yegua blanca que se escapó cuando Fernando intentó cogerla.

      Fernando intentó no culparse por lo ocurrido pero no lo lograba. Si hubiese creído a Enrique, o si no le hubiese dejado ir a aquel maldito lugar, Enrique no habría desaparecido. Fernando intentaba olvidarlo pero era imposible. Todo el pueblo hablaba del incidente. La gente intentaba ir a la cascada pero estaba prohibido. Fernando también se arrepentía de haber descubierto el paradero de la cascada, no quería que nadie fuese a ese lugar, no quería que nadie más desapareciese persiguiendo a aquella endemoniada mujer, a la que nadie nunca volvió a ver.


                                                        ANDREA LÓPEZ  4ºA

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