miércoles, 17 de abril de 2013

Cecilia Castro comparte con nosotros sus emociones al practicar taekwondo

EL TAEKWONDO: UNA FORMA DE VIDA


      El taekwondo es un arte marcial de origen coreano. Se basa en la realización de una gran variedad de técnicas de patada. Sus orígenes se remontan al año 50 a.C., y es un deporte que deriva del taekkyon. El significado de la palabra “taekwondo” se divide en tres partes: “tae”, patada, “kwon”, puño, “do”, camino espiritual. Para muchos deportistas, entre los que me incluyo, no es solo un deporte, sino, también, una forma de vida.

      El taekwondo es un estilo de defensa personal que no requiere armas y que procede del taekkyon. Este arte marcial le da una mayor importancia a las patadas que a los puñetazos. Por otro lado el taekwondo parte del código de honor de los hwarang, un grupo de élite de jóvenes nobles. Este código de honor consistía en la lealtad a la nación, el respeto y la obediencia a los padres, honestidad, coraje en la batalla y la omisión de la violencia innecesaria. No obstante, el taekwondo, está muy influenciado por el documento más antiguo de la historia coreana, el Samguk Yusa. Estamos hablando de que los orígenes del taekwondo se remontan a los años 50 a.C., y desde entonces, ha sufrido una serie de transformaciones.

     En el taekwondo, ya que es un deporte que se basa en la lucha, son necesarias una serie de protecciones: un peto (que cubre el pecho), casco, espinilleras, antebrazos, guantillas, patucos (para los empeines de los pies), un bucal y, por último, una coquilla, distinta para chicos que para chicas, y no es necesaria. En las competiciones los patucos y los petos de ambos contrincantes poseen unos sensores que al entrar en contacto y con una cierta potencia predeterminada, le otorgan un punto al emisor de la patada. Las patadas pueden ir dirigidas al peto, a la cabeza o se pueden realizar mediante una técnica de giro. En el taekwondo los combates constan de 3 ó 2 asaltos de un minuto y medio o dos cada uno, y con descansos de 20 ó 30 segundos. Cada competidor va acompañado por su coach. En cada combate hay tres árbitros y una mesa central, que graba el combate por si algún coach reclama una acción de alguno de los dos participantes.



     El taekwondo que yo conozco y practico es distinto, en cuanto a agresividad, al taekwondo de hace solo unos 10 ó 15 años. Para mí, el taekwondo es más que un deporte. Lo comencé a practicar a los 8 años, y desde entonces, me apasionó la sensación de libertad, desahogo y adrenalina que se siente haciendo combate.

     Cuando más comencé a saber lo que era el taekwondo fue hace tres años, cuando quedé campeona de Madrid. Me clasifiqué para el campeonato de España, junto con dos amigos, Carlos y Tania. Tras el campeonato de España fuimos al Europeo, en Tiblisi. Estuve entrenando en el C.A.R (centro de alto rendimiento), y en Marsella, para preparar el Europeo. Pase hambre, cansancio y llegue a bajar bastante peso. Aun así fue uno de los mejores viajes que he podido hacer. Quedé segunda de Europa, y eso me motivo y me hizo darme cuenta de la importancia que tenía el taekwondo para mí.

     Entrenamos nueve horas semanales y, la mayoría de los fin de semanas, están dedicados plenamente a entrenar o a las competiciones. En estos entrenamientos se trabaja la potencia, la explosividad, la coordinación, la velocidad y la actitud o agresividad. Los mejores entrenamientos son aquellos en los que acabas exhausto, aquellos en los que sientes que lo estás dando todo, las piernas te pesan y el cansancio te inunda haciendo que casi ni puedas coger aire. Son aquellos entrenamientos en los que quieres, y te sientes con fuerzas de “reventar” a tu adversario, en los que verdaderamente disfrutas y entiendes, porque te gusta tanto el taekwondo.

     El taekwondo no es solo un deporte, el taekwondo es el deporte mediante el cual yo he conocido a unas personas maravillosas que han pasado a formar parte de la llamada segunda familia: muchos amigos con una pasión en común, que mantienen una relación, un tanto extraña, en la que algunos se llevan mejor con otros y otros con algunos, pero en la que nunca te vas a sentir desplazado, humillado o inferior, porque la disciplina que nos inculcan nos hace sentirnos protectores unos con otros y defensores de lo que conocemos por taekwondo.



     ¿Una sensación que me encante? Ganar. Pero no ganar de cualquier forma. Ganar haciendo unos combates lo mejor que sabes. Ganar y mirar hacia atrás, hacia todo el trabajo que te ha llevado conseguirlo, cuanto sudor, cuantas horas de entrenamiento y cuanto cansancio has podido aguantar para llegar a alcanzar tu meta en campeonatos en los que te juegas mucho.

     Esa sensación de agobio y serenidad que sientes horas antes del campeonato y esa adrenalina y motivación que te invade minutos antes del primer combate, los pensamientos que pasan por tu mente y los consejos de tu entrenador, “piensa”, “mente fría”, “bloquea”, “sal a por ella”, angustia, nerviosismo, cansancio, a veces tranquilidad y otras veces incluso miedo, son sensaciones que te invaden antes de comenzar un combate, pero que desaparecen al encontrarte frente a tu adversario, cara a cara.

      Es en ese momento cuando el cuerpo se relaja, coge aire y se vuelve a tensar, reactivo a cualquier movimiento de esa chica o chico que se encuentra enfrente tuyo. En ese momento en el que tu cabeza se ha convertido en una tabla de ajedrez en la que tienes que elegir muy bien tus movimientos, procurando no cometer ningún fallo. Es entonces cuando tu trabajo ya está hecho y solamente tienes que ponerlo en marcha. Tu cabeza piensa rápido, y cada acción cuenta. Recibes una patada en la nariz, pero no sientes dolor, tampoco oyes nada, solo te sientes aturdido y ves al árbitro que para el combate y a tu entrenador mirándote la cara ensangrentada y dolorida dispuesto a colocar la nariz de vuelta en su sitio. Pero no está rota, te secan la sangre te taponan la nariz y continuas peleando. Estas enfadado y solo quieres vengarte y ganar, solo sientes rabia. Ganas el combate. Educadamente, saludas a tu adversario dándole la mano, y luego a su coach. La rabia se acaba, la angustia pasa y un sentimiento de felicidad te inunda, pero no te relajas. Te faltan dos combates y la nariz y la boca te duelen tanto que lloras, pero sin poder moverte. Abrazas a tu entrenador y a tu equipo, te tumbas, te aislas, sufres en silencio y no quieres que nadie te moleste, evitando cualquier tipo de conversación de cualquier tipo, de cualquier persona, excepto de tu entrenador, tu sensei, única persona en el mundo con la que te apetece hablar en ese momento. Sintiendo todo esto al ganar un combate, se puede multiplicar por mil y juntarlo con una subida de adrenalina y felicidad, al querer explicar lo que se siente en los últimos segundos de una final en la que vas ganando. Que el árbitro te dé ganador y que la grada llena de tus familiares y amigos te aplauda, tu entrenador en la silla detrás de ti te sonría y abrace dándote la enhorabuena y tu solo piensas en subirte a lo más alto del pódium.

      Esa serenidad con la que habías estado hasta entonces desaparece y una sonrisa de oreja a oreja invade tu cara. Te empiezan a doler partes del cuerpo llenas de golpes que ni habías notado, la nariz te sigue doliendo tanto que ni te atreves a rozarla, pero lo único que quieres hacer es ir a la grada y abrazar a todo el mundo, quieres ducharte y quitarte de encima ese olor tan fuerte a gimnasio por el que se caracteriza el taekwondo, y esperas impaciente que llegue la entrega de premios para subir al pódium y crecer como deportista y como persona.

      El taekwondo para mí es mi vida y siempre elegiré y contaré lo bien que me siento al ganar, por mucho que cueste, porque la sensación de perder no es para nada gratificante ni agradable. Perder porque lo has hecho mal, por no haber sabido dar lo mejor de ti, es una sensación muy desagradable según mis experiencias personales, pero que, a veces, es lo que nos toca y hay que saber afrontarlo con valentía y la cabeza bien alta para poder seguir disfrutando del taekwondo.


                                                                                    Cecilia Castro. 4º C

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